“Sabemos que este Concilio de los medios fue accesible a
todos. Así que fue dominante, más eficaz, y en realidad
creó tantas calamidades, causó tantos problemas, tanta
miseria; los seminarios se cerraron, los conventos se
cerraron, la liturgia se trivializó… y el verdadero
Concilio ha luchado por emerger y realizarse: el
Concilio virtual fue más fuerte que el Concilio
verdadero.”
- El Papa Benedicto XVI
El
Papa Benedicto XVI ha declarado, en lo que seguramente
será su última audiencia al clero de su diócesis de
Roma, que dejará la silla de Pedro completamente
comprometido con el Concilio Vaticano Segundo. Si su
discurso del 14 de febrero ofrece alguna indicación, no
habrá ningún cambio de postura de última hora respecto a
la Hermandad de San Pío X y el Concilio. El Santo Padre
parece decidido; terminará su reinado defendiendo el
etéreo Concilio verdadero, contra el supuesto impostor
de las últimas décadas.
Su Santidad reconoce las consecuencias desastrosas que
sucedieron inmediatamente al Concilio. “Este Concilio de
los medios fue accesible a todos. Así que fue dominante,
más eficaz, y en realidad creó tantas calamidades, causó
tantos problemas, tanta miseria; los seminarios se
cerraron, los conventos se cerraron, la liturgia se
trivializó.” Sin embargo, “este concilio” al que se
refiere el Santo Padre no es el verdadero Concilio, el
que se desarrolló en Roma durante tres años y produjo
los documentos. No, Benedicto XVI sostiene que fue un
Concilio impostor, “el Concilio de los periodistas”, el
que causó los desastres. Si el verdadero “Concilio de
los Padres” hubiera podido actuar, sin distorsiones
mediáticas, todo hubiera ido bien para la Iglesia. “El
mundo interpretó el Concilio a través de los medios de
comunicación, en lugar de ver el verdadero Concilio de
los Padres y su visión fundamental de la fe.” “La
interpretación de los periodistas fue política.”
Es la misma excusa reciclada de los que quieren aceptar
una realidad contradictoria: el Concilio es bueno y sus
frutos son malos. El problema del Concilio es que nunca
se ha entendido. Esto, a pesar de que su predecesor
dedicó veinte años a explicar en todo lujo de detalle lo
que decía el verdadero Concilio.
Benedicto culpa a la falsa interpretación de los medios
del Concilio por la democratización de la Iglesia, no a
los Padres conciliares. “Los medios vieron en el
Concilio una lucha política, una lucha de poder entre
las diferentes facciones en la Iglesia. Era obvio que
los medios tomarían partido por la facción que mejor
convenía a su mundo. Había algunos que deseaban una
descentralización de la Iglesia, poder para los obispos,
y luego con la noción del “Pueblo de Dios”, poder para
los laicos. Hubo un asunto triple: el poder del Papa,
luego transferido al poder de los obispos, y por último
el poder de todos… la soberanía popular. Naturalmente,
vieron que esta parte debía ser aprobada, promulgada,
ayudada.” (Énfasis mío)
Ahora vamos a aclarar los hechos. No fueron el New
York Times o el London Evening Standard
quienes crearon el virus de la colegialidad, las
conferencias episcopales, la demanda de “mayor
participación” de los laicos en el gobierno de la
Iglesia. Fueron los documentos del Concilio Vaticano II
quienes lo hicieron. No fue Fox News quien creó un nuevo
Código de Derecho Canónico que convirtió en ley, según
el Padre conciliar Juan Pablo II, la colegialidad. Esto
es lo que dijo Juan Pablo II en su decreto que
promulgaba el Código:
Si nos fijamos en los trabajos que precedieron la
promulgación del Código y la manera en que se
desarrollaron, especialmente durante los pontificados de
Pablo VI y Juan Pablo I, hasta el presente, es vital
aclarar que estos trabajos llegaron a su conclusión
en un espíritu eminentemente colegial. Esto no es
solamente en relación a la composición externa del
trabajo, sino que también afecta la sustancia misma de
las leyes que han sido redactadas.
Este sello de colegialidad, que es una característica
del origen del Código, se encuentra enteramente en
armonía con la autoridad magisterial y la naturaleza del
Concilio Vaticano II. Por lo tanto, el Código
demuestra, no sólo por su contenido sino también por su
origen, el espíritu del Concilio, en cuyos documentos la
Iglesia, sacramento universal de salvación (cf const.
Lumen Gentium, nº 9, 48) se presenta como el “Pueblo
de Dios”, y su constitución jerárquica se plantea
como fundada sobre el Colegio de los Obispos, junto con
su Cabeza.”
(Énfasis mío)
A no ser que Benedicto XVI esté afirmando que Juan Pablo
II no es parte del Concilio de los Padres, sino del
Concilio de los Medios, la destrucción de la estructura
jerárquica de la Iglesia, debida a la colegialidad y al
concepto del Pueblo de Dios, no es obra de un supuesto
Concilio impostor; más bien está en armonía con la letra
y el espíritu del Concilio de los Padres. Incluso
Benedicto XVI reconoce que esta soberanía popular fue
una “parte” del Concilio. Simplemente culpa a los medios
por “ayudarla” y por “promulgarla”. Sin duda los medios
ayudaron encantados, pero una vez más, fue Juan Pablo II
el que promulgó la colegialidad como ley… no los medios.
En la misma onda, Benedicto XVI culpa el “Concilio
virtual”, no el verdadero, por la crisis litúrgica.
“Éste fue el caso de la liturgia; no hubo ningún interés
en la liturgia como acto de fe, sino que era algo que se
tenía que hacer comprensible, similar a un acto
comunitario, algo profano. Y sabemos que hubo una
tendencia, con una base histórica, que decía: “la
sacralidad es una cosa pagana, posiblemente incluso
desde el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento lo
único que importa es que Cristo murió en el exterior;
fuera de las puertas de la ciudad, es decir en el mundo
secular.” La sacralidad se volvió profanidad hasta en la
adoración; la adoración no es adoración, sino un acto
que congrega a la gente, una participación comunitaria
en una actividad. Y estas traducciones, que
trivializaron la idea del Concilio, e implementaron la
reforma litúrgica de manera virulenta, fueron alumbradas
en una visión del Concilio fuera de su propia visión
fundamental de la fe. Lo mismo ocurrió con las
Escrituras: las Escrituras son libros históricos, que
debemos tratar históricamente y nada más, y así
sucesivamente”
Según esta dicotomía ficticia no fue la Constitución
para la Sagrada Liturgia la que pidió una revisión de
los libros litúrgicos, para que fueran más relevantes,
lo que permitió la inculturación de prácticas locales
relevantes (mientras contaban con el visto bueno de las
conferencias episcopales colegiales); ni la que permitió
por primera vez las traducciones de las que se queja el
Santo Padre. En resumen, este documento que obró la
destrucción del estricto control jerárquico de la
liturgia por parte de la Santa Sede, que la había
preservado durante siglos, no fue la responsable de la
secularización de la liturgia. No, fue el uso
irresponsable que hicieron de este documento los medios.
Perdóneme, Santo Padre, pero fue una comisión de la
Santa Sede, bajo la estrecha vigilancia de Pablo VI, la
que compuso la Nueva Misa, rechazada por dos tercios de
los obispos que la presenciaron por primera vez. No la
compuso la CNN. En cuanto a las deplorables traducciones,
todas las que fueron autorizadas por el documento
conciliar y la Santa Sede, la destrucción de la liturgia
transciende estas falsas traducciones. Conviene recordar
que la Intervención de Ottavianni llegó a la conclusión
de que el nuevo rito se alejaba de la definición solemne
de la Misa según Trento, antes de que se hubiera
usado una sola traducción. Según el informe de Monseñor
Fellay, las objeciones teológicas de la Hermandad a la
Nueva Misa no tienen su raíz principalmente en las malas
traducciones del latín, sino en el texto original en
latín.
No fueron los medios, sino Pablo VI, el Arzobispo
Bugnini, las varias conferencias episcopales, la
Congregación para la Divina Adoración, y el documento
que les habilitó a todos, la Constitución para la
Liturgia, quienes perpetraron esta destrucción del
rito romano.
Siempre es más fácil buscar un chivo expiatorio. Permite
esquivar la evidencia. Es aún más fácil cuando el
verdadero culpable es un amigo o protegido. Benedicto
XVI fue una de las matronas que alumbraron el Concilio
Vaticano II real y documentado, y es mucho más fácil
culpar a los malvados medios que a tu hijo querido. No
os desesperéis; a pesar de la continua cuesta abajo en
la Iglesia en todos los ámbitos cuantificables, el
verdadero Concilio por fin emerge, dice el Papa
Benedicto con una sonrisa esperanzadora para el futuro
de sus sacerdotes. “50 años más tarde la fuerza del
Concilio se ha revelado. [¿cómo dice?] Nuestra tarea
para el Año de la Fe es darle vida al Concilio.” [¿pero
creía que ya se había revelado?]
El hecho es que el “verdadero Concilio”, después de
largos años, se está manifestando al fin en su esencia.
“La verdadera fuerza del Concilio estaba presente y
lentamente ha emergido. Se está convirtiendo en el poder
auténtico de la reforma, la verdadera renovación de la
Iglesia.” Pero fueron los documentos del verdadero
Concilio que autorizaron y animaron la reunión de
oración en Asís, la Nueva Misa, la tiranía burocrática
de las conferencias episcopales, el nombramiento de
mujeres como cancilleras diocesanas, etc., etc. Lo que
el Papa Benedicto evidentemente no puede aceptar,
incluso después de la presentación de dos años de
documentación detallada en las discusiones doctrinales
con la Hermandad de San Pío X, es que fueron los
documentos del verdadero Concilio los que contenían
bombas de relojería cuya metralla está incrustada en
todas partes de nuestra Iglesia en crisis. Los medios y
los periodistas se limitaron a contar, con júbilo y
celebración, lo que dijo el Concilio y lo que
implementaron los Papas sucesivos en su nombre. Los
últimos 50 años son simplemente la consecuencia natural
de las ideas y expresiones emitidas por el Concilio.
Ésta es la cruda verdad que el Experto Teológico
Conciliar saliente no quiere oír. Parece que está
dispuesto a mantener el injusto exilio interno de la
HSSPX, al margen de un aparentemente fuerte deseo
personal de acabar con dicha injusticia, porque no
quiere enfrentarse a la terrible crisis que fue el
Concilio Vaticano II.
Todo lo que podemos hacer es rezar, para que Dios
permita que el próximo Papa no sea un hombre del
Concilio, sino alguien que esté dispuesto a llamar al
pan, pan y al vino, vino. Alguien capaz de decir a los
medios: Hemos terminado con este concilio ladrón;
volvamos a la Tradición. |