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LA INCLINACIÓN DE LA BALANZA

Christopher A. Gawley

POSTED: 11/17/12
REMNANT COLUMNIST  
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El sol se pone sobre América

Como veterano de la guerra de la cultura americana, he visto muchos resultados electorales decepcionantes. Paradógicamente, en las elecciones presidenciales de 2012  el aspirante – un mormón neo-conservador – era alguien de quien tenía serios reparos. Dicho esto, la reelección de Barack Obama, y otras muchas derrotas de los movimientos pro-vida y pro-matrimonio, me golpearon como un puñetazo en el vientre. No es que esperaba que la población americana se volviera virtuosa de un día para otro. Aún así, me quedé en estado de shock.

Tres cosas en particular hicieron que estas elecciones fueran distintas de la gradual degeneración cultural y religiosa: 1) la guerra por el alma de nuestra nación se ha perdido; 2) los cristianos fieles ahora serán el blanco del desprecio público de la élite, los tipos de Hollywood y los medios; 3) el cisma de facto de la Iglesia en América ha quedado patente.

Cuando se escriba nuestra Historia, el año 2012 se verá como el principio del fin para la sociedad cristiana en Estados Unidos. Se verá como el principio de la nueva era totalitaria. Me recuerda una de las primeras escenas de la película original de “La Guerra de las Galaxias”, en la que el personaje de Peter Cushing, el Gobernador Tarkin, declara de manera triunfante que, “los últimos vestigios de la vieja república han sido borrados.”

Han habido otras fechas: 1865 (que marcó la centralización del poder en manos del Gobierno Federal, gracias a las enmiendas de la Guerra Civil); 1932 (el inicio del socialismo americano con el New Deal y el fin del patrón oro); 1973 (cuando el Corte Supremo permitió la destrucción sin trabas de bebés americanos en el útero). Estas cosas fueron más o menos predestinadas por los mismos documentos fundacionales, a su vez criaturas de la Ilustración.

Mientras que los católicos tradicionales no somos en general forofos del sistema político americano – todo lo contrario de los apologistas del Vaticano II, que alaban el sistema americano como si fuera de origen divino – deberíamos reconocer que lo que lo hizo mejor que casi cualquier alternativa contemporánea era su impotencia espiritual y práctica. Dicho de otro modo, aunque el modelo constitucional americano no postulaba la Verdad, al menos dejaba en paz a los que sí la proclamaban.

Pero ese día ya pasó.

Con el fracaso sonoro de los esfuerzos a favor de la vida y el matrimonio en todos los ámbitos, hasta los elementos más básicos que hacen que una sociedad civilizada sea posible (la vida y el matrimonio) han sido derrotados. Y estas pérdidas no podrán ser recuperadas en futuras elecciones por dos razones: primero, porque lo que dijo el Gobernador Romney sobre la cultura de la dependencia del 47% de la población americana y la consecuente hostilidad al mensaje de un gobierno limitado y la responsabilidad personal, fue políticamente tóxico, aunque cierto. La crítica de Platón a la democracia fue profética: una proporción cada vez mayor de la gente come en el pesebre de la abundancia gubernamental, y se aprovechan de ser una multitud para vivir mejor a costa de los demás. Sus valores y autoestima disminuyen a la par. Hemos llegado a un momento en que la balanza se inclina, y el partido en el poder, de manera demagógica,  seguirá alimentando su dependencia en una simbiosis decadente.

La segunda razón es que el Partido Republicano es un partido “blanco” y la demografía no ayuda a que un partido principalmente blanco vuelva a ser mayoritario. Es una lástima que los católicos hispanos o los bautistas negros no voten a políticos a favor de la vida y el matrimonio, pero la política de identidad es lo que prima sobre cualquier otra consideración.

Lo que me asombra es que hace tan solo una docena de años la sodomía era una ofensa criminal; ahora se estima que las “relaciones” basadas en la sodomía están a la par con una mujer y un hombre – una madre y un padre – unidos en santo matrimonio. 

Hace tan solo cuarenta años los abortistas clandestinos eran encarcelados por matar niños dentro del útero. Pero ahora estos asesinos son encumbrados como héroes de los derechos civiles y de la libertad. Lo que metió entre rejas a Larry Flynt hace treinta años ahora está disponible en televisión por cable en millones de hogares – con cosas mil veces más obscenas, por encargo, en cada hotel de este país.    

Este conflicto entre las fuerzas del bien y del mal viene de lejos, pero lo que distingue 2012 del pasado es que las fuerzas del mal – al menos en un sentido secular y político – han triunfado. Este país ya nunca volverá a ilegalizar el aborto y elevará los vínculos homosexuales al estatus de “matrimonio” en toda la sociedad americana.

Hemos visto la última prosecución por obscenidad. La mayoría de niños nacerán fuera del matrimonio. Cada vez menos heterosexuales se molestarán en casarse y se limitarán a convivir. Los pocos niños que quedan para la adopción serán repartidos entre homosexuales y parejas heterosexuales casadas sin hijos. Que Dios nos perdone.

 El perder la guerra cultural significa que los vencedores, de modo totalitario, se negarán a tolerar a los disidentes. Esta purificación ideológica será multifacética, pero la punta de lanza será la homosexualidad. Los que digan la simple verdad acerca de la homosexualidad sufrirán una persecución económica – facilitada por modernos centros de reeducación (es decir, enseñanza en la diversidad, obligatoria para empleados y estudiantes).

Se aproxima el tiempo en que un artículo como éste no será tolerado. Habrá persecución parental: se atacará la educación en casa, el último reducto de desafío contra el monopolio de la enseñanza secular. Los derechos de los padres – hasta los mismísimos lazos entre una madre, un padre y su hijo – serán redefinidos dentro de una generación. El estado se convertirá en co-padre y “protegerá” a los niños de sus propios padres. Estará prohibida la diseminación de ideas religiosas que contravengan la ideología preponderante.  

¿Burdas exageraciones? ¡Hombre! Hace cuarenta y cinco años los anticonceptivos eran ilegales en algunos estados y se restringía su uso a las parejas casadas en otros estados. Hoy en día, hasta las instituciones católicas deben pagar por ellos, porque, según nuestro líder, son un gran bien social.

Frente a estas embestidas, la primera línea de resistencia debería ser la Iglesia. Sin embargo, aquí está el problema: la quinta columna dentro de la Iglesia está de acuerdo con muchos de estos cambios. La apropiación de la actividad económica en un frenesí socialista la perciben como una realización lógica del ministerio social de Nuestro Señor. La aceptación de la homosexualidad la perciben como un fruto de la compasión cristiana. Evitan criminalizar el aborto so pretexto de pluralismo religioso. No obstante, aún se acosa la Hermandad San Pío X en el mundo entero por “cismática”, por adherirse con tenacidad, durante esta arremetida modernista, a lo que se ha enseñado desde tiempo inmemorial. Los obispos cobardes, sin embargo, han permitido que los lobos devoren a sus rebaños.

Lo que necesitamos ahora, más que nunca, es una voz intransigente en la Iglesia: necesitamos obispos que proclaman el Evangelio entero – en lugar de un diálogo descerebrado con los que persisten en el error. Necesitamos obispos que proclamen la verdad de que fuera de la Iglesia Católica Romana no hay esperanza ni salvación. Necesitamos obispos que excomulguen a los que ostentan cargos públicos y perpetúan el asesinato “legal” de los inocentes en el útero. 

Si hay alguna prueba más clara del fracaso absoluto de la “apertura” del Vaticano II al mundo, es el colapso total del catolicismo en EEUU. ¿Cómo puede un católico comprometido celebrar el cincuenta aniversario de este cataclismo? Tiene tanto sentido como si la gente de Dresde celebrara el bombardeo de su ciudad.

El día de rendir cuentas se acerca para un Iglesia que tiende a su rebaño con una liturgia flácida y un Evangelio diluido, compuesto de paparruchas sentimentales. Hasta la fecha se han perdido dos generaciones: los resultados están a la vista – una mayoría de católicos votó a favor de un presidente que estaba dispuesto a obligar a las instituciones católicas a financiar el control de la natalidad. Hemos recorrido mucho camino desde los tiempos en que los católicos escuchaban a sus obispos. Dos milenios de autoridad católica fue destruida en dos generaciones: increíble.

El cisma de facto entre nuestro obispos pusilánimes y entre muchos sacerdotes llevará a una situación muy parecida a la de la Revolución Francesa, cuando habían dos tipos de sacerdotes – uno aprobado por el estado y otro fuera de la ley; uno apóstata, y el otro católico. Ya estamos viendo las señales. Están denunciando a los pastores canadienses por incitar al odio, simplemente por parafrasear la admonición bíblica contra la homosexualidad.

 La historia se repite. Todo esto ya ocurrió en México hace tan solo ochenta años; ocurrió en Europa del Este hace sesenta años, y está ocurriendo en Europa Occidental ahora.

 En nuestras familias “cristianas” ha entrado la división – diferencias morales y religiosas que casi imposibilitan las vacaciones compartidas. La decisión de tener muchos hijos se ve como una irresponsabilidad, incluso a veces por los abuelos. La decisión de educar en casa se percibe como una extravagancia, por vecinos, amigos e también por familiares. La religiosidad se equipara a la mojigatería. Las opiniones sociales conservadoras son problemáticas y se tachan de intolerantes.

 No obstante, hay precedentes para todo. Si tenemos que ser marginados por el Señor, seremos marginados. Igual que nuestros antepasados en períodos similares de la historia, criaremos guerreros cristianos que se enfrentarán a los retos que la mayoría de nosotros no hubiéramos creído posibles. Nos unimos entorno a los sacerdotes y religiosos que dicen la Verdad – y tenemos que resistir.

 El aspecto positivo en cualquier persecución es que las zonas grises desaparecen. Será fácil distinguir los enemigos de los amigos de Dios. Los conoceremos y no estaremos solos.

 Así que a rezar, y juremos nunca rendirnos en la lucha por los no nacidos, por los niños, por los ancianos, por los minusválidos. Sigamos haciendo lo mejor que podemos para fortalecer las relaciones cristianas que nos aportarán el apoyo que nos sostendrá. Agrupémonos en la oración y la fe – pensemos en nuestros amigos cristianos como en miembros de la familia extensa. Construyamos comunidades enteras de católicos tradicionales económicamente suficientes. Redescubramos nuestra conexión con la tierra y cojamos de nuevo el arado.

Hay mucho que hacer – pero con la esperanza y la fe saldremos adelante.   

     
 
   
 
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